Año a año, exhibición a exhibición, Leo Messi se ha ido zampando todos los debates. Alguno de ellos, escuchado hoy, parecería un chiste. Empezó con el de Giuly, continuó con el de Robben y prosiguió con el de Cristiano Ronaldo. Ahora Messi asalta el trono de los tronos, el de Pelé, el de Maradona, el de Cruyff... Algo está ya muy claro: las discusiones contemporáneas se le han quedado definitivamente pequeñas al genio de Rosario. Su duelo no es de esta época.
En Wembley, la Catedral mundial del fútbol que consagró a otros grandes como Charlton, Best o Cruyff, Messi se aseguró su tercer Balón de Oro. Una antológica final, coronada con un gol y trufada de intervenciones cargadas de responsabilidad e intención, desquició al Manchester y ayudó decisivamente al Barça a lograr otra Copa de Europa. Los regates de Messi atentaron en su propia casa contra el buen nombre de Ferdinand y Vidic, su sociedad del pase corto con Iniesta y Xavi consiguió que el coreano Park, desmoralizado, dejara de correr por primera vez en su carrera y un rabioso cañonazo le amargó el adiós a Van der Sar. Messi dejó una guinda, estética pero útil, por eso ningún rival percibe sus ingenios como una humillación: ese recorte imposible sobre Evra, anticipo del golazo de Villa.
Las portadas del mundo ilustraron ayer con la imagen de Messi el recital de este Barça, que es más global que nunca, tanto por su sentido colectivo del fútbol como por la conquista del espectador sin colores.
El análisis de Messi no puede quedarse en un examen parcial de cada una de sus virtudes. Porque sí, puede que Cristiano sea más atlético, Ronaldinho más mágico y Maradona más carismático, pero nadie ha demostrado con tanta continuidad y con tal trascendencia el poder desequilibrante que exhibe Messi, activo en cada partido, presente temporada a temporada, sea una final o sea una pachanga. Todo el mundo sabe qué va a hacer y, aun así, él lo hace. Con 23 años Messi celebró su tercera Copa de Europa. Sus 53 goles del curso impresionan, pero impresiona aún más cuándo y dónde los ha hecho, como esos tres en el Bernabéu; uno para decidir la Liga y dos para echar al Madrid de Europa.
Hablan Di Stéfano y Maradona
Wembley ha provocado incluso que en el debate de los debates participen sus divinas majestades. Maradona, por ejemplo, en 'Clarín': "Lio, como Xavi, cada vez que juega da cátedra de fútbol. Es fantástico. Es de raza: no le gusta perder a nada. Yo, como técnico que lo tuve, creo que algo le metí en su cabecita". Más directo aún fue Di Stéfano en 'Olé': "Messi puede ser más que yo, Diego, Pelé y Cruyff". "En el fútbol se gana con las piernas y se piensa con la cabeza; y Messi lo resume todo", agrega el actual presidente de honor del Real Madrid. Un club que observa, con mal llevada impotencia, que el Di Stéfano del Siglo XXI esta vez sí juega en el Barça
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